Si quieres saber, ya sabes: a Salamanca

Tras la invención de la imprenta, como después de cualquier invención, del automóvil a internet, los estados se lanzaron a regular jurídicamente el invento y, obviamente, no para proteger los derechos de los consumidores sino para garantizarse que los libros no dirían cosas que no debieran decir y para que no cualquiera pudiese imprimir libros, sino sólo aquellas personas que contasen con las pertinentes autorizaciones.
Ocurrió que esas personas autorizadas a imprimir (los editores de libros) acabaron ostentando casi un monopolio en la venta de libros y resultaba evidente que aquello era un abuso de forma que, para proteger a los autores de los abusos de los editores, algunas mentes comenzaron a pensar que habría que regular eso de la propiedad de los libros.
Pero el asunto no era fácil, el derecho que conocían los juristas de entonces (y los actuales) era un derecho muy bien estructurado para regular el…
Ver la entrada original 1.241 palabras más